Como todos los cuentos de Navidad, éste comienza con una nevada, luces en las calles y mucho frío, y con una familia en la cocina horneando dulces típicos. La familia de este cuento está compuesta por una pareja a la que le falta la chimenea y los niños cantando villancicos para ser una típica familia de cuento de Navidad, pero que tiene una gata traviesa y cotilla que hay que echar de la cocina para que no meta la pata en la comida.
Siguiendo con las diferencias, el objetivo de esta familia, o más concretamente de la chica de la pareja, no es conseguir el dinero suficiente para celebrar la Navidad con sus niños, sino hacer un post decente para el
Calendario de Adviento de Noema. (Por cierto Noema me encanta tu calendario, abrir la ventanita cada día y por supuesto participar en él, ¡Gracias!).
Y el Mr. Scruch de este cuento no es un viejo ávaro y malvado, sino un auténtico desastre culinario que sigue a la primera escena de feliz horneado, en el que pequeñas galletas individuales se derriten literalmente en el horno haciendo una masa riquísima pero impublicable, y por supuesto el consiguiente agobio. Son las nueve de la noche, supermercados cerrados, mañana es festivo… ¡Que hago! Nino, nino, nino… suenan las alarmas, ¡Houston tenemos un problema!
Abro armarios, saco todos los libros de cocina, pongo patas arriba toda la casa… hasta que de repente se me enciende la bombillita y me acuerdo de una tarta de Eva Arguiñano, sencilla, cálida, invernal y con un toque Navideño perfecto.
Como todo cuento de Navidad que se precie, el final es feliz gracias al buen corazón y a la generosidad de las personas queridas, personas que en este caso fueron literalmente saqueadas hasta que conseguí todos los ingredientes que necesitaba, ¡Por no tener no tenía ni huevos! Y como todo cuento Navideño tiene una pequeña moraleja, es maravilloso tener amigos a los que pedir la cabeza de ajos y la pizca de sal que te faltan para hacer la comida y sobretodo nunca dejaré para última hora la receta del
Calendario de Adviento de Noema.
Ingredientes
1 lámina de hojaldre
400 gr. de frutas secas (orejones, higos, ciruelas…)
100 gr. de frutos secos (nueces, piñones, almendras…)
Un huevo batido para pintar
200 ml de coñac
0,5 l de leche
3 yemas de huevo
75 gr. de azúcar
3 cucharadas de maicena
Elaboración
La noche anterior ponemos a macerar las frutas secas y los frutos secos con el coñac.
Para la crema pastelera mezclamos el azúcar, las yemas y la maicena y ponemos a fuego suave, mientras tanto vamos añadiendo poco a poco la leche sin dejar de remover.
Cuando engorde sacamos del fuego y dejamos enfriar en un bol. Ponemos un film transparente pegado a la propia crema para que no se seque la superficie.
Pintamos la plancha de hojaldre con huevo batido y pinchamos bien toda la superficie menos 2 cm de borde para que el centro no suba en el horno. Horneamos a 200 ºC hasta que se dore.
Montamos la tarta rellenando el hojaldre con la crema pastelera y colocando frutas y frutos secos sobre la superficie.
La gratinamos si la queremos servir caliente.